Quería ver cierta exposición,
pero no sabía dónde está la calle Viriato. No hay problema. En la Puerta del
Sol hay una estación de metro. Y en ella, una oficina de atención al cliente.
Bueno, la oficina no se llama así, sino Metro Shop, pero da igual: tampoco la
estación se llama como dije, sino Vodafone Sol. En todo caso, con esa
nomenclatura tan furiosamente europeizante, la cosa tendría que ir como la seda.
Dos amables jóvenes me sacarían del aprieto.
-Señorita, quisiera saber la
estación más próxima a la calle Viriato.
-No sé cuál es esa calle. ¿Cómo
ha dicho que se llama?
-Viriato. Calle Viriato.
-Pues ni idea, pero se lo busco.
¿Es con B o con V?
-Con V... Viriato es con V...
En 1972, Doña Candi era siempre implacable
y podía lanzar sus preguntas como dardos, de forma punzante e inesperada: -Manolito, ¿quién fue Viriato? (más me valía saberlo) -Señorita, ¡Viriato fue un invicto caudillo
lusitano!...
-Pues con V tampoco aparece...
- ¿Cómo puede ser? Esa calle
existe, estoy seguro.
La compañera de la señorita a
esas alturas también está tecleando en su ordenador. Los clientes a quienes
atendía en ese momento no se molestaron por verse obligados a esperar: a ellos también les intrigaba el tema.
-A mi tampoco me aparece ningún
Viviato. Ni Bibiato, con B, tampoco. ¿No será una con B y otra con V?...
-A ver, entonces... ustedes...
¿no saben quién fue Viriato, verdad?
Las dos señoritas y la pareja de
clientes que estaba siendo atendida arquearon hacia abajo sus labios y menearon
a coro negativamente sus cabezas. Doña Candi nos había enseñado a leer y a
escribir (con buena comprensión lectora y sin faltas de ortografía escrita,
hasta la fecha), amén de historia general de España y buenas dosis de
catecismo, en un colegio pendiente de homologar, cuyas instalaciones consistían
en una puerta y dos cuartos, uno de ellos sin ventanas. No había pizarras, sino
rectángulos pintados en la pared con esmalte gris.
- Pues Viriato... Viriato fue....
¡nuestro invicto caudillo lusitano!
Ahora todos (las dos señoritas,
los dos clientes y aun una pareja de turistas alemanes que acababa de entrar me
miraron con pavor. No sé si por el tono de mi voz, o por haber sacado la
palabra "caudillo" a paseo. Aunque a estas alturas y más en Madrid,
no sé a qué tanto aspaviento. De todos modos, Doña Candi podría revolverse en
su tumba. Bien: no tanto como eso. Aún no ha fallecido. Sólo que hace mucho que
se retiró y se dedica a labores altruistas. Que dan ganas de enviarla a la
capital al frente de unos pocos cascos azules y algunos drones, con el objeto
de enderezar allí tanto desastre educativo. Quizá rompiendo algunas manos a
palmetazos. Y no, Doña Candi. Viriato, simplemente no llegó hasta aquí. Lo más
cerca que estuvo fue en la emisión de esa serie en donde lo interpretaba un
galán bien majo. Pero el de verdad, no. El de verdad resistió a Roma hasta
decir basta. Ni se conformó con proteger a su querida Lusitania, pues se dio
buenos garbeos hasta el Mar Menor a tomar allí los barros. Y hasta se bajó al
moro. Y consiguió de Serviliano Cepión la independencia lusitana, como
territorio respetado y "amigo de Roma", a base de derrotarlo y
amenazar con exterminar sus legiones. Sin referendum de autodeterminación ni
mierdas. Pero aquí no llegó. Y bien me
habría gustado. Todo habría dado en el día de hoy, ¡oh glorioso caudillo! por
verte a ti y a los tuyos entrar a uña de caballo en la calle Preciados.
Haciendo huir en desbandada a esa gleba compacta que derrochaba sus sestercios
a manos llenas.... Todo lo habría dado por ver caer en tus celadas -de esas con
tiros de honda y terronazos en los cascos- a tanto municipal y nacional que
rodeaban el Congreso, que más que sede parlamentaria parecía puticlub en plena
redada.... O acaso rondó cerca. Quizá quiso venir desde Chamberí o desde
Chueca. Y allí quedó enredado en las luces rojizas de un local de ambiente. O
falleció indigesto en un kebab. O, como dicen las crónicas, fue vendido por sus
lugartenientes Audax, Ditalco y Minuro, que habían sido sobornados y que como
todos saben se dedicaban entre horas a la reventa en el Bernabéu. Mas de nada
les sirvió, pues se quedaron sin su líder y sin su recompensa. Porque
recibieron la célebre respuesta: -Madrid
no paga traidores: ese servicio también lo estamos privatizando-
Publicado en diciembre de 2013
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