sábado, 16 de febrero de 2019

No hay revolución


Quizá me equivoque, pero creo que no. No la hay.
Están ganando.
Los señores del mundo van segando la hierba. Bajo nuestros pies.
Miras hacia arriba y descubres aterrado que quien te podría proteger
no trabaja ya para ti, sino para ellos también.
La indecencia es una mancha de jugo de muerto.
Dejaron de ser ejemplares.
Dejaron de ser brillantes.
Dijeron que bastaba con ser inocentes.
Luego, que sobraba con no ser probada su culpabilidad.
Ahora, culpables como Judas, ya no les apetece pretextar nada más.
Te mienten y tú lo sabes. Y ellos saben que tú lo sabes.
Pero no hay más revolución.
La revolución ha muerto.
La mataron en una playa, tiroteada con gases y balas de goma.
La ha matado un concejal, que se vendió
por una mansión o por un coche, horteras a más no poder.
La ha matado el rey que caza elefantes y agasaja a sus putas con mi dinero.
El periodista, que enterró su oficio de contar verdades.
El policía, que golpea a su pueblo. Y el juez que prevarica.

Y la televisión, que echa fútbol y programas de vividores.
Van cayendo las últimas barricadas y ya todo está casi perdido.
Van a ganar y se están quedando con todo.
Ahora nadie roba. Ahora se saquea.
Ya no se conforman con chupar sangre del cuello del toro.
Ahora lo destripan y lo venden a cuartos. Hienas de sus despojos.
A la revolución también la mato yo. Con cada café, con cada bostezo,
con cada día perdido.
Caen las barricadas y no quedan líneas de defensa.
Acaso la tuya o la mía. Asustados de ver desaparecer a tantos.
No mires a quienes debaten afirmando ser portadores de la solución.
Ellos no son la solución: ellos son también el problema.
La niña de Disney lame lujuriosa  una polla de hierro
con la que quebrarán el cráneo de otro disidente.
En la televisión, una serie americana te dice que todas las casas son grandes
y delante tienen un trozo de césped bajo el que se oculta otra fosa común.
Insatisfechos de tus impuestos, se quedan también con tus ahorros.
Matan de hambre y de desesperación. Condenan a no tener vida ni futuro.
Caen las barricadas y no sabes a quién recurrir. Nadie te echará una mano.
Eres, debes saberlo, un francotirador aislado.
De izquierdas o de derechas. Creyente o no.
Tu líder habla de patrias mientras transfiere fondos al extranjero.
Tu sacerdote habla de moral mientras se frota contra un menor.
Y tú lo sabes. Y ellos saben que tú lo sabes.
Busca y atesora tu tiempo de pensar y de estar solo.
Resiste, amigo, y sigue observando y recapacitando.
No seas sólo crítico con los otros, sino también con los tuyos
y contigo mismo.
Lee. Por el amor de Dios, lee más.
Lanzarán octavillas sobre tu campanario para decirte que la guerra acabó.
Es también mentira, no te rindas. Defiende tu posición.
Estás solo. No dejes de disparar.
Hazme ese favor.
No caigas tú también.

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