Dicen, yo no lo sé
porque carezco por completo de cultura musical, que Franz Schubert empezó
componiendo su música con una guitarra cascada, porque no tenía dinero para
comprarse un piano. Y ni el tiempo ni su gran talento lograron mejorar su
situación económica. Eran tiempos, en su tierra, de cabezas coronadas, sacros
imperios y meterniches de cámara. La cosa no estaba para reparar en músicos,
por mucho que se llamasen Franz ni Amadeus. Era cuestión de prioridades.
Lo de las prioridades es esencial. Saber establecerlas, por estricto orden de
importancia. Pero claro: hay que decidir antes qué es importante. Y si esa
tarea se deja en manos inadecuadas, las consecuencias pueden ser nefastas. Cada
uno es un mundo y dentro de su cabeza puede haber bandadas de pájaros del
plumaje más diverso. Y hasta algún buitre puede haber, girando en lo alto. Para
un hijo de vecino puede resultar crucial que un dispensario no cierre, o que
sus hijos no se queden sin profesor de matemáticas. Para el vecino de al lado,
lo importante podría ser conservar su capacidad de satisfacer sus vicios
inconfesables, como el de comer a diario o dormir bajo techo. Y como quienes
les gobiernan son así, y siempre fueron así por muchos siglos que pasen, pues
resulta que para ellos lo crucial no es esto ni aquello, sino casar a una hija
a toda costa con algún sobrino de Napoleón. Los imperios es lo que tienen, que
hay que gobernar a lo grande y los de abajo no se dan cuenta de lo elevado de
tales empresas, tan ciegos de egoísmo están con sus necesidades tan ordinarias
y chabacanas.La música, que está siendo dejada caer en nuestra comunidad, es un caso bien claro. Quienes realizan el mal pagado sacrificio de gobernarnos lo ven así. Ellos deben establecer estrategias, especialmente en momentos de grandes carencias. Y nos explican que los músicos no son viables, porque no recaudan. Y nos hacen tragar la papilla como a bebés, hasta que nos educan y ya la tragamos solitos y hasta cogiendo nosotros mismos la cucharita. No son viables y qué quieren que hagamos. No vamos a sacrificar cosas necesarias, como la salud, en lugar de recortar en otras más prescindibles, como por ejemplo una orquesta, nos dicen docentes mientras sacrifican -en efecto- tanto la orquesta como la salud.
El criterio económico está enseñoreado de nuestro mundo y de nuestra vida. Hay que ser viable y rentable, o de lo contrario tener la dignidad de suicidarse uno sin armar mucho ruido. Hay que vender, comisionar, mercadear, cubrir objetivos, mejorar ratios, generar plusvalía. Y si no, malo. Criterio incongruente y falaz, confeccionado por el capital y rubricado vilmente por los gobiernos, que, aplicado con rigor, haría inevitable el fin de miles de museos, bibliotecas, centros de interpretación, teatros, etc. etc... A lo que se prestarían, porque no quieren libros ni profesores que desasnen a la gente, ni músicos que la sensibilicen.
Pero curiosamente, nuestros políticos jamás considerarían que ese criterio podría ser aplicable también a instituciones como la Corona, el sobredimensionado Parlamento, los sindicatos asimilados al sistema, o los partidos..... Hasta que algún día esto cambie. Y en los palacios de gobernación los pintores ya no quieran retratar sus feas caras. Y los músicos compongan con gusto su Réquiem, y ejecuten -sonriendo cabronamente para sus adentros- una interpretación irónicamente sublime de la Lacrimosa.
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