sábado, 16 de febrero de 2019

Gorta Mór, el mildíu y los habanos de Rajoy


Pues aquí estoy. Esta vez, escribiendo para matar el hambre. Literalmente. Es que tengo que bajar peso. Sí: para controlar la tensión debo bajar peso. Para aliviar mis problemas de espalda debo bajar peso. Para estar más guapo (aún, ¿es posible?) debo bajar peso. Hasta fantaseé con los ojos cerrados, ajeno al rollo que me estaba contando mi asesor fiscal (-Si ahora me dice que la declaración de impuestos también saldrá mejor si bajo peso, me levanto y le arreo dos hostias...-).
Y resulta que los hidratos de carbono engordan una barbaridad. La pasta, el pan, el arroz... Las patatas.
Las patatas... Las blancas e inocentes patatas....
Hay que evitarlas. Pero no por hartura: lo que suele suceder cuando estamos ahítos de chuletón y dejamos las patatitas al lado, como si las hubieran puesto allí sólo de adorno. No. Evitarlas aunque las quieras. Aunque las necesites. Y es duro.
Como mi mente es caótica dentro de su orden, cada vez que veo patatas pienso en Macroeconomía. En los mercados.
Todo el mundo sabe que en Irlanda se produjo una gran hambruna (Gorta Mór, en irlandés) en el siglo XIX, a causa de la pérdida de la cosecha de patatas por culpa del tizón o mildiu, una enfermedad de la planta. La respuesta del gobierno fue... ninguna. ¿Os suena? Los pobres proletarios, para los cuales la patata no era el adorno del chuletón, sino un alimento básico que de repente cotizó a precio de joya, estaban expuestos al hambre. Resistieron meses gracias a la ayuda y a las reservas de sus propias familias. ¿Os va sonando esto?
Hay que decir que en las islas británicas se tenía una visión muy peyorativa de los irlandeses: eran sucios, vagos y corruptos, querían vivir del cuento. ¿Os sigue sonando? No solo eso. Además estaban obligados a pagar aranceles sobre alimentos que se podían producir dentro de sus fronteras. La razón no era otra que el beneficio de los propietarios de tierras, explotaciones o negocios de correduría o comercio, a menudo parlamentarios u otros gobernantes. ¿Suena todo, verdad?
Las reservas se terminaron. Pero los líderes preclaros de la nación, como John Russell, secretario del tesoro -algo así como el presidente del banco central de nuestros días-  eran ciegos seguidores de un tal Adam Smith y creían con ceguera en la sabiduría de los mercados. Esto, o lo arregla el mercado o no lo arregla ni Dios. Los gobiernos no estamos para dar de comer a nadie, ni para generar empleo, ni para bajar los precios... (¿para qué cojones están los políticos entonces?)...  Lo que tienen que hacer estos pobretos es levantarse, ponerse a trabajar y así se soluciona todo. Pero claro: no había cosecha que sembrar ni que recoger. Ni aunque la hubiera: para trabajar hay que estar sano y alimentado. Todo esto, supongo, os seguirá sonando.
No hay problema. Los lumbreras del mercadismo tienen respuesta para todo. La escasez de recursos, la crisis, la hambruna y hasta la propia muerte, son también mecanismos del mercado para su regulación. Hasta la propia población, que diría Malthus. Si son pobres, dos familias no vivirán en dos casas, sino en una. Y si aun así no les cuadran sus cuentas, incluso follarán menos y tendrán menos hijos, porque no podrán alimentarlos. El mercado es sabio. El mercado es dios. Si nada de esto os suena, es que no sóis dignos lectores de Pincel&Pixel.
Mientras en Francia refinaban la crema inventada unos años antes por Parmentier, en Irlanda no había patatas ni para una tortilla y moría medio millón de personas y otros dos millones tenían que emigrar para buscarse la vida (a partir de ahora, ya no diré más si os suena o no. Está tan claro que lo dejo ahí...)
Mientras la clase política británica seguía en sus trece (¿convicción política o mero interés egoísta y criminal?), en las calles ya iban pasando cosas. Altercados, descontento, desconfianza. De esto salimos, si no este año, el que viene, les vendrían a decir sus próceres, mientras esperaban mejores datos macroeconómicos sentados sobre una pila de sobres con dinero negro y fumando habanos. E irritados, porque a la gente, inexplicablemente, le estaba entrando ganas de ir, precisamente a Francia, y hacer un pedido de guillotinas. Y además, el colmo: ganas de hacerse aún más nacionalistas y mandar a tomar por culo a Su Graciosa Majestad.
Pero no. Es que no saben. El mercado funciona cuando las cosas van bien. Cuando no van bien, se limita a explicar que esto es un ciclo en su fase negativa. Y claro, hombre, en fase negativa no vayáis a querer que todo sea de color rosa. Ahora eso sí: esperad un lustro o dos y ya veréis. Ya veréis cómo todo vuelve a funcionar y el mercado otra vez tendrá razón.
¿Lo de los muertos de hambre, suicidados, desplazados o presos por altercados?.... Mecanismos del mercado. Mecanismos. Porque es sabio y se sabe autorregular.
Mis patatas. Mis queridas patatas. Riojanas, con su chorizo, su cebolleta, su chorrito de aceite y su golpe de pimentón de la Vera. Con bacalao. Fritas con huevos rotos . Con vinagreta,  huevo duro y judías verdes....
O más acorde con nuestro tiempo: con ellas mismas. Patatas a lo pobre.

Publicado en mayo de 2013

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