sábado, 16 de febrero de 2019

Como rosquillas


Ya vienen los Reyes. Esta tarde los vi cargando regalos en el Corte Inglés.
Estaban afanados, diría que estresados, echando mano de aquellas cajas con kits de fotografía. Todo embalado en un conjunto ideal: cámara réflex digital, objetivo todoterreno, flash y trípode. También lectores y tabletas digitales, guitarras, equipaciones deportivas, ordenadores y todo achiperre "necesario" para iniciarse y prosperar en cualquier afición. Apilados como verdaderas rosquillas.
Que no nos falte de nada. Y ni apenas la crisis galopante que nos aflige les hace darse cuenta de que a lo mejor nos están haciendo perder, con tanto regalo completísimo, la sensación de carencia. Es decir: la sensación que uno tiene cuando se adentra en un mundo, muy poquito a poco, dando los primeros pasos, conociendo y practicando día a día técnicas y habilidades: sumergiéndose en el mágico placer que proporciona ser mejor progresivamente en cualquier actividad. Aprender.
Y la no menos grata y a la vez punzante sensación de "necesitar" de verdad alguna mejora en el material que usamos: una caña de pescar más larga o más flexible; un ordenador más rápido o más potente; pigmentos de mejor calidad para seguir manchando lienzos; una lente más nítida para nuestra vieja cámara de fotos.
Necesidades que hemos encontrado y que han limitado ciertamente nuestro progreso. Porque hemos llegado hasta ellas. Porque hemos conseguido -y a veces, ni siquiera eso- llegar a exprimir todas las posibilidades de lo que ahora tenemos. Y la cosa pide más.
Nos gusta saber que Van Gogh pintaba con un cuchillo. O que el gran maratoniano Abebe Bikila corría descalzo. Pero a pesar de eso, salimos a montar en bicicleta, a caminar por el monte o a hacer fotografías hechos unos expositores vivientes de material impecable y brillante. Caro y excesivo.
Luego, hasta vendrán muchas devoluciones, cuando descubramos que la Fender, la Waterman o la Canon no nos brindan enseguida resultados que nos aproximen a Eric Clapton, Joseph Conrad o Cartier Bresson. Menudo timo.
Majestades, decimos siempre, yo lo que quiero es quedarme como estoy.
Pero claro, es que no.

Publicado en enero de 2012

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