sábado, 16 de febrero de 2019

¡Comed República!


 (Foto www.memoriahistoricacartagena.com   Campesinos extremeños custodiados por la Guardia Civil)

 Yo aprendí en los libros de Historia que la Guerra Civil no fue una cuestión de banderas. Fue una cuestión de hambre. España, entonces, era un país de campesinos. Más de la mitad de los españoles de la época se (mal) ganaba la vida trabajando en el campo. Y se daba, igual que hoy, la circunstancia de que los medios de producción (la tierra, entonces) estaba en manos de unos pocos. Esa propiedad, además de su concentración, podría ser, añado yo, muy discutible desde el punto de vista de la legitimidad, reciente o histórica. Tal puede decirse de las tierras en manos de la Iglesia, como de buena parte del resto, obtenidas mediante privilegios a veces emparentados con las prebendas recibidas por la nobleza y hasta con raíces que habría que buscar en épocas feudales. Y para colmo, la propiedad de esos medios productivos estaba ostentada por familias que no necesitaban explotarlos para vivir más que bien.
En el periodo republicano, el decreto de 7 de mayo de 1931 hizo obligatorio el laboreo. Es decir, que quien tuviera tierras estaba obligado por ley a trabajarlas -no personalmente, por supuesto, sino contratando personal para ello-  con el fin de hacerlas productivas y de generar puestos de trabajo.
La clase terrateniente, en muchos casos y especialmente en Andalucía y Extremadura, desoyó ese mandato y actuó más bien a la contra: dejando aún más abandonada la tierra y negándose a sembrar nada. La consecuencia no era otra sino el hambre para los hombres -y para sus familias- que esperaban en las plazas de los pueblos ser requeridos para "echar mano", ser llamados para trabajar. Y eso que las pagas y derechos a los que se hacían acreedores eran bien escasos.  Sus demandas, cuando veían con desesperación que pasaban las semanas y se iba sin remedio el tiempo propicio para faenar y su esperanza, un año más, de poder vivir -solo eso- de su trabajo, obtenían una respuesta:  "-!Comed República!"- .
Ese "comed República" era el veneno escupido por el colmillo de los de siempre, que no perdonaban el batacazo electoral sufrido poco tiempo antes. Ese "comed República" era poco menos que la profanación de un cadáver. Como torturar y matar a alguien y luego mearle encima. El "comed República" es el ancestro del actual "-¡Que se jodan!"-   por parentesco directo y por proximidad ideológica.  Es decirle a quien literalmente pasa hambre, pues eso: que pasas hambre por mi culpa, porque yo te robo lo que es tuyo, vivo de lujo gracias a la salud de tus hijos, y oye: es que no me arrepiento ni mucho menos y disfruto viéndote pasarlas canutas, porque eres carne de cañón, un mierda que no mereces nada. Y sólo pienso y te digo eso: que te jodas. Que te den por el culo.  Y si tienes hambre, a mi qué me dices. Chico, come República si tanto te gusta.
Y de tanto hablar de hambre y de República, a uno le entra apetito, qué quieren que les diga. Quiero comer República. A la mesa, como el arroz de marisco portugués:  una cazuela ardiendo, para compartir. Cremosa y aromática. Con fondo de tomate rojo, ajo morado y pimiento amarillo. Para ponerse ciego.
República y salud. Y entonces ellos, a ver qué coño comen.

Publicado en julio de 2012

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