A
orillas del Mar Menor, una señora malagueña cargada de oro como un galeón se me
quejaba de su veraneo. Ni su habitación, ni la comida del hotel la satisfacía,
sobre todo teniendo en cuenta "el perral" que le estaban costando sus
vacaciones. En esos momentos todo lo murciano le parecía engañoso e irritante.
Habíamos intercambiado los datos básicos previos en cualquier conversación con
un desconocido: de dónde somos, cómo llegamos hasta aquí... -Ah, bueno, pero tú
eres extremeño. Eres medio andaluz...-, eso lo escuché aliviado. Y casi
agradecido también: aquella señora acababa de perdonarme la vida.
.
Pues no somos medio andaluces, mire usted. Aunque a mi no me puede ofender la
confusión, porque tengo sangre andaluza, seguro que nazarí. Y aunque no la
tuviera. Al fin y al cabo, querámoslo o no, tenemos muchas cosas en común.
Hemos sido cocidos en la marmita de Al-Andalus, en donde el siroco africano nos
ha dado color. Crecimos como el flamenco: desde un barrio de gitanos de Jerez
hasta el confín del mundo, pasando por las minas de La Unión o las ferias
de Zafra o Fregenal.
.
Extremadura no es, como muchos dicen, producto del "café con leche para
todos". Nosotros hemos labrado, más bien, la tierra del "ni pan ni
aceite para nadie".... Levantando la vista del surco sólo para ver
acercarse una horda de soldados o de esbirros comandados por un jeque, un
capitán leonés o un cacique terrateniente. O un coche oficial, que es lo
mismo para el caso. Jeque, alférez o cacique: todos venían a lo mismo. Todos
querían lo mismo. Y lo siguen queriendo. Y lo siguen expoliando, aún hoy. A
nosotros, que en gran parte no hemos conocido otra patria que nuehtro cacho e
tierrina, o nuehtra majá. Ni más frontera que la inmensa besana. Ni queríamos
otras armas que la segureja, la llegaera, el jocino y la cavaera.
.
Nuestra vida, nuestra historia, ha estado y sigue estando obligada por la
necesidad. La falta de horizonte alguno. La que empujó a muchos a marchar a
América para buscar ventura. No todos fueron iguales, no todos fueron asesinos.
No todos volvieron cargados de oro -a costa de exterminar a otros más inocentes
aún-, muchos sólo encontraron, simplemente, una tierra en donde podían
vivir y comer. Y allí se quedaron, fundando sus familias mestizas. Los más,
sólo sirvieron de mano de obra, trabajadora o guerrera, para que otros, de
verdad, se enriquecieran sin tener que cruzar el Atlántico a costa de su sangre.
La misma falta de futuro que nos empujó a ser marinos, trabajadores en una
fábrica de Sabadell o de Münich, o soldados en mil guerras que nos importaban
un pimiento.
.
No somos crueles, ni toscos. Ni somos zafios, como muchos creen. Somos el
resultado de la injusticia. Porque, por ejemplo, la Universidad nos llegó con
cuatro siglos de retraso. Igual que las autovías, e igual que lo hará cualquier
otra cosa que signifique promoción y desarrollo. Pero no es culpa
nuestra.
.
Somos lo que somos. Y aunque apenas servimos -para muchos- más que como
paradigma de lo atrasado y lo prescindible, sé que llegará otra era para
Extremadura. No sé cómo diablos vamos a afrontar el reto, ni de dónde sacaremos
luces para quitarnos la modorra que nos alimentan ellos, las garrapatas de
siempre. Seguro estoy de que no nos dejarán, si pueden, levantar cabeza: está
pasando ahora. Nuestros próceres son los primeros culpables. Pero de alguna
manera esto cambiará. Sólo lamento que, por lo que me parece, no será tampoco
mi generación quien lo haga. Pero lo harán nuestros hijos, estoy seguro. O
nuestros nietos. Eso va a pasar.
.
Pienso que es una deuda que tenemos pendiente. Con Francisco de Zurbarán,
Luis de Morales, Porrina de Badajoz, Ruy López, Muñoz Torrero, Eduardo Naranjo,
Vasco Núñez de Balboa, Espronceda, Rosso de Luna, Luis Landero o Manuel
Pecellín. Con Moreno Nieto, Meléndez Valdés, Manuel Pacheco... También
con Ibn Marwan y con los reyes Sapur y Abdalah Al-Aftas.
....Hay tajo, amigos.
0 comentarios:
Publicar un comentario