lunes, 18 de febrero de 2019

Viriato murió en Chamberí


Quería ver cierta exposición, pero no sabía dónde está la calle Viriato. No hay problema. En la Puerta del Sol hay una estación de metro. Y en ella, una oficina de atención al cliente. Bueno, la oficina no se llama así, sino Metro Shop, pero da igual: tampoco la estación se llama como dije, sino Vodafone Sol. En todo caso, con esa nomenclatura tan furiosamente europeizante, la cosa tendría que ir como la seda. Dos amables jóvenes me sacarían del aprieto.
-Señorita, quisiera saber la estación más próxima a la calle Viriato.
-No sé cuál es esa calle. ¿Cómo ha dicho que se llama?
-Viriato. Calle Viriato.
-Pues ni idea, pero se lo busco. ¿Es con B o con V?
-Con V... Viriato es con V...
En 1972, Doña Candi era siempre implacable y podía lanzar sus preguntas como dardos, de forma punzante e inesperada:  -Manolito, ¿quién fue Viriato?  (más me valía saberlo)  -Señorita, ¡Viriato fue un invicto caudillo lusitano!... 
-Pues con V  tampoco aparece...
- ¿Cómo puede ser? Esa calle existe, estoy seguro.
La compañera de la señorita a esas alturas también está tecleando en su ordenador. Los clientes a quienes atendía en ese momento no se molestaron por verse obligados a esperar:  a ellos también les intrigaba el tema.
-A mi tampoco me aparece ningún Viviato. Ni Bibiato, con B, tampoco. ¿No será una con B y otra con V?...
-A ver, entonces... ustedes... ¿no saben quién fue Viriato, verdad?
Las dos señoritas y la pareja de clientes que estaba siendo atendida arquearon hacia abajo sus labios y menearon a coro negativamente sus cabezas. Doña Candi nos había enseñado a leer y a escribir (con buena comprensión lectora y sin faltas de ortografía escrita, hasta la fecha), amén de historia general de España y buenas dosis de catecismo, en un colegio pendiente de homologar, cuyas instalaciones consistían en una puerta y dos cuartos, uno de ellos sin ventanas. No había pizarras, sino rectángulos pintados en la pared con esmalte gris.
- Pues Viriato... Viriato fue.... ¡nuestro invicto caudillo lusitano!
Ahora todos (las dos señoritas, los dos clientes y aun una pareja de turistas alemanes que acababa de entrar me miraron con pavor. No sé si por el tono de mi voz, o por haber sacado la palabra "caudillo" a paseo. Aunque a estas alturas y más en Madrid, no sé a qué tanto aspaviento. De todos modos, Doña Candi podría revolverse en su tumba. Bien: no tanto como eso. Aún no ha fallecido. Sólo que hace mucho que se retiró y se dedica a labores altruistas. Que dan ganas de enviarla a la capital al frente de unos pocos cascos azules y algunos drones, con el objeto de enderezar allí tanto desastre educativo. Quizá rompiendo algunas manos a palmetazos. Y no, Doña Candi. Viriato, simplemente no llegó hasta aquí. Lo más cerca que estuvo fue en la emisión de esa serie en donde lo interpretaba un galán bien majo. Pero el de verdad, no. El de verdad resistió a Roma hasta decir basta. Ni se conformó con proteger a su querida Lusitania, pues se dio buenos garbeos hasta el Mar Menor a tomar allí los barros. Y hasta se bajó al moro. Y consiguió de Serviliano Cepión la independencia lusitana, como territorio respetado y "amigo de Roma", a base de derrotarlo y amenazar con exterminar sus legiones. Sin referendum de autodeterminación ni mierdas.  Pero aquí no llegó. Y bien me habría gustado. Todo habría dado en el día de hoy, ¡oh glorioso caudillo! por verte a ti y a los tuyos entrar a uña de caballo en la calle Preciados. Haciendo huir en desbandada a esa gleba compacta que derrochaba sus sestercios a manos llenas.... Todo lo habría dado por ver caer en tus celadas -de esas con tiros de honda y terronazos en los cascos- a tanto municipal y nacional que rodeaban el Congreso, que más que sede parlamentaria parecía puticlub en plena redada.... O acaso rondó cerca. Quizá quiso venir desde Chamberí o desde Chueca. Y allí quedó enredado en las luces rojizas de un local de ambiente. O falleció indigesto en un kebab. O, como dicen las crónicas, fue vendido por sus lugartenientes Audax, Ditalco y Minuro, que habían sido sobornados y que como todos saben se dedicaban entre horas a la reventa en el Bernabéu. Mas de nada les sirvió, pues se quedaron sin su líder y sin su recompensa. Porque recibieron la célebre respuesta:  -Madrid no paga traidores: ese servicio también lo estamos privatizando-

Publicado en diciembre de 2013

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